sábado, 1 de febrero de 2014

Olores y Recuerdos

Los olores tienen un gran efecto inconsciente en el estado de ánimo y en los recuerdos. Nuestro cuerpo elabora endorfinas cuando el sentido del olfato se halla estimulado por aromas que nos resultan agradables.


Desde hace miles de años los seres humanos venimos utilizando los aromas por sus efectos positivos sobre la mente y las emociones. En el siglo VIII, el filósofo chino Wang Wei afirmó lo siguiente: «Busca en el perfume de las flores y la naturaleza la paz interior y la dicha de vivir».
Los antiguos egipcios utilizaban una fórmula especial de perfume, llamado «kyphi», para aliviar la ansiedad, evitar pesadillas y sanar el espíritu. Estos son los orígenes de la finalidad de la Aromaterapia moderna: mejorar el estado de ánimo.


Que la Aromaterapia afecta a nuestras emociones es algo bien conocido desde la antigüedad, pero la forma neuropsicológica en que esto sucede, sólo las investigaciones actuales han podido demostrarlo.


Éste es un paso muy importante en el ámbito de las terapias naturales (donde se manejan teorías basadas únicamente en la experiencia ancestral), puesto que para ser reconocidas por la sociedad actual, es necesario demostrarlas a través de métodos científicos. Y las investigaciones dentro del campo de las Neurociencias, le han brindado a la Aromaterapia la base científica que la sociedad actual exige…


Desde el bulbo olfatorio, el mensaje odorífico (el olor o aroma), se transmite por dos caminos diferentes. Uno se dirigirá hacia el hipotálamo (encargado de controlar las respuestas vegetativas) y hacia el epitálamo (quien controla las respuestas somáticas); y el otro llevará el mensaje hacia el hipocampo y la amígdala. Una vez que el mensaje llega a estas zonas, comienza a formar parte de un circuito donde participan complejas estructuras cerebrales. Este circuito se denomina sistema límbico, y es el encargado de integrar el olfato, la memoria y las emociones.


A menudo no damos importancia al sentido del olfato y únicamente lo valoramos cuando lo perdemos, como cuando tenemos la nariz tapada: entonces, la comida no nos sabe a nada y el mundo exterior se nos antoja muy lejano. Una vez lo recuperamos, recobramos el apetito y nos sentimos más positivos y con energías renovadas. En resumidas cuentas, el olfato o la carencia de él, afecta directamente a nuestro estado de ánimo.


Sabiendo esto, podemos utilizar los aromas para potenciar determinados estados anímicos. Los aceites esenciales florales, como el absoluto de rosa o la rosa Otto, son vigorizantes; los cítricos como el pomelo, son frescos y alivian la depresión; los de madera, como el sándalo australiano, son calmantes, y los que contienen aromas almizclados, como el absoluto de jazmín, tienen efectos sobre la sensualidad. Varios estudios sobre el aceite esencial vaporizado de lavanda, han demostrado que este aroma provoca importantes efectos relajantes sobre la mente y que ayuda a conciliar el sueño.


Cabe añadir que todos los aromas procedentes de aceites esenciales, nos conectan con la naturaleza y nos sumen en un estado inherente de relajación, que contribuye a equilibrar o mejorar nuestro ánimo. Los beneficios de los aceites sobre la mente, aumentan en función de cuán agradable la mezcla resulte a cada uno. Cuanto más nos guste una fragancia, mejor nos sentiremos.


El ser humano recuerda hasta el 35% de lo que huele, frente al 5% de lo que ve. El olor se registra en nuestro cerebro como una emoción relacionada íntimamente con las situaciones en las cuales se percibió por primera vez. Mediante determinados olores, la mente evoca momentos felices del pasado.


La forma en la que nos relacionamos con un aceite esencial concreto, se produce en función de nuestra fisiología, nuestras experiencias y nuestro sistema de valores; por eso es tan importante permitir la variación en la respuesta.


Aunque las propiedades químicas de los aceites esenciales han sido objeto de un estudio exhaustivo, es muy poco lo que se sabe de sus propiedades energéticas y emocionales. Las oportunidades de emplear la Aromaterapia de forma más consciente para ayudar al bienestar emocional, todavía requiere de mucha investigación. No así los efectos de las medicinas a base de hierbas y remedios florales, que sí están bien documentados.


Como escribe el investigador y herbalista David Hofman: «Se abre una oportunidad única por el simple acto de tomar medicinas de hierbas; al establecer un vínculo práctico con Gaya, se activan los ciclos ecológicos de la curación. La puerta está abierta a la posibilidad de un milagro curativo más allá de la curación de una enfermedad. Puede ser una experiencia directa de flujo e integración ecológicos, una sensación de pertenencia en el sentido más profundo, y de saber que uno está en casa, curado e integrado. Esta curación va más allá del tratamiento de patologías o el alivio que proporcionan los remedios corporales. Pertenece al ámbito de lo luminoso, de la transformación que llega a través del tacto divino.»


Los aceites esenciales han aportado a nuestras vidas mucho más que fragancias. Todos los remedios a base de plantas tienen capacidad potencial de propiciar el despertar del alma. Nos recuerdan el viaje que hemos emprendido, reavivan nuestra pasión y activan dinámicamente el florecimiento del corazón. Al reconocer la importancia de los aromas en nuestras vidas, ha llegado también un concepto nuevo de belleza ambiental.


Los baños están repletos de jabones deliciosos y productos de balneario. Los vaporizadores con aceites esenciales se emplean ampliamente y las sensaciones espaciales y lumínicas, y la simplicidad y la frescura en el hogar y en el trabajo, se han convertido en una prioridad. La estética de las fragancias nos rodea y mejora nuestra apreciación de todo cuanto es bello.


Reconocer la belleza puede tener gran capacidad de curación. Introducirla en nuestras vidas a través de los sentidos, aumenta y profundiza nuestra conciencia para influir en la salud física, en nuestro estado mental y en nuestra conexión espiritual. La creación de belleza nos hace trascender a otro tiempo y lugar en el ámbito profundo de nuestro ser.


Pero no siempre las emociones que acompañan a determinados aromas son deseadas o placenteras, en ocasiones el aroma puede activar recuerdos tristes de situaciones amargas del pasado. Por ello es tan importante en el momento de indicar un tratamiento aromaterapéutico, conocer aquellos aromas que le resultan desagradables a la persona que recibirá la terapia. Esos aromas que activan recuerdos dolorosos o estresantes, suelen estar identificados con anterioridad. La persona puede decir: «no me gusta el olor a patchouli porque es muy fuerte», «el olor a pino me ahoga» o simplemente «odio la menta», ¡no sé por qué!». No siempre existirá una razón lógica para que nos desagraden ciertos aromas, precisamente porque estarán íntimamente relacionados con situaciones del pasado que no deseamos recordar. Pero al terapeuta le debe bastar con que el paciente exprese su desagrado, para borrar ese aroma de su lista a la hora de seleccionar los aceites que empleará.

Otra razón por la cual es importante reconocer los aromas que nos resultan desagradables, es que la conexión existente entre el olfato, la memoria y las emociones, puede producir el efecto contrario al que estamos buscando. Por ejemplo, decidimos tomar baños de tina con aceite de manzanilla para relajarnos, sin tener en cuenta que la manzanilla nos evoca una situación de miedo profundo vivida en la infancia. ¿Producirá entonces la manzanilla el efecto que buscamos, el efecto que todos los libros y cursos de Aromaterapia nos enseñan que tiene?, pues en la mayoría de las personas sí, pero en nuestro caso particular, es evidente que no. Por esta razón es de suma importancia tener en cuenta cada caso concreto, y no aplicar fórmulas estereotipadas. Éste es un punto fundamental para la efectividad de todo tratamiento aromaterapéutico.







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