Los olores tienen un gran efecto inconsciente en el
estado de ánimo y en los recuerdos. Nuestro cuerpo elabora
endorfinas cuando el sentido del olfato se halla estimulado por
aromas que nos resultan agradables.
Desde hace miles de años los seres humanos venimos
utilizando los aromas por sus efectos positivos sobre la mente y las
emociones. En el siglo VIII, el filósofo chino Wang Wei afirmó lo
siguiente: «Busca en el perfume de las flores y la naturaleza la paz
interior y la dicha de vivir».
Los antiguos egipcios utilizaban una
fórmula especial de perfume, llamado «kyphi», para aliviar la
ansiedad, evitar pesadillas y sanar el espíritu. Estos son los
orígenes de la finalidad de la Aromaterapia moderna: mejorar el
estado de ánimo.
Que la Aromaterapia afecta a nuestras emociones es
algo bien conocido desde la antigüedad, pero la forma
neuropsicológica en que esto sucede, sólo las investigaciones
actuales han podido demostrarlo.
Éste es un paso muy importante en el ámbito de las
terapias naturales (donde se manejan teorías basadas únicamente en
la experiencia ancestral), puesto que para ser reconocidas por la
sociedad actual, es necesario demostrarlas a través de métodos
científicos. Y las investigaciones dentro del campo de las
Neurociencias, le han brindado a la Aromaterapia la base científica
que la sociedad actual exige…
Desde el bulbo olfatorio, el mensaje odorífico (el
olor o aroma), se transmite por dos caminos diferentes. Uno se
dirigirá hacia el hipotálamo (encargado de controlar las respuestas
vegetativas) y hacia el epitálamo (quien controla las respuestas
somáticas); y el otro llevará el mensaje hacia el hipocampo y la
amígdala. Una vez que el mensaje llega a estas zonas, comienza a
formar parte de un circuito donde participan complejas estructuras
cerebrales. Este circuito se denomina sistema límbico, y es el
encargado de integrar el olfato, la memoria y las emociones.
A menudo no damos importancia al sentido del olfato
y únicamente lo valoramos cuando lo perdemos, como cuando tenemos la
nariz tapada: entonces, la comida no nos sabe a nada y el mundo
exterior se nos antoja muy lejano. Una vez lo recuperamos, recobramos
el apetito y nos sentimos más positivos y con energías renovadas.
En resumidas cuentas, el olfato o la carencia de él, afecta
directamente a nuestro estado de ánimo.
Sabiendo esto, podemos utilizar los aromas para
potenciar determinados estados anímicos. Los aceites esenciales
florales, como el absoluto de rosa o la rosa Otto, son vigorizantes;
los cítricos como el pomelo, son frescos y alivian la depresión;
los de madera, como el sándalo australiano, son calmantes, y los que
contienen aromas almizclados, como el absoluto de jazmín, tienen
efectos sobre la sensualidad. Varios estudios sobre el aceite
esencial vaporizado de lavanda, han demostrado que este aroma provoca
importantes efectos relajantes sobre la mente y que ayuda a conciliar
el sueño.
Cabe añadir que todos los aromas procedentes de
aceites esenciales, nos conectan con la naturaleza y nos sumen en un
estado inherente de relajación, que contribuye a equilibrar o
mejorar nuestro ánimo. Los beneficios de los aceites sobre la mente,
aumentan en función de cuán agradable la mezcla resulte a cada uno.
Cuanto más nos guste una fragancia, mejor nos sentiremos.
El ser humano recuerda hasta el 35% de lo que huele,
frente al 5% de lo que ve. El olor se registra en nuestro cerebro
como una emoción relacionada íntimamente con las situaciones en las
cuales se percibió por primera vez. Mediante determinados olores, la
mente evoca momentos felices del pasado.
La forma en la que nos relacionamos con un aceite
esencial concreto, se produce en función de nuestra fisiología,
nuestras experiencias y nuestro sistema de valores; por eso es tan
importante permitir la variación en la respuesta.
Aunque las propiedades químicas de los aceites
esenciales han sido objeto de un estudio exhaustivo, es muy poco lo
que se sabe de sus propiedades energéticas y emocionales. Las
oportunidades de emplear la Aromaterapia de forma más consciente
para ayudar al bienestar emocional, todavía requiere de mucha
investigación. No así los efectos de las medicinas a base de
hierbas y remedios florales, que sí están bien documentados.
Como escribe el investigador y herbalista David
Hofman: «Se abre una oportunidad única por el simple acto de tomar
medicinas de hierbas; al establecer un vínculo práctico con Gaya,
se activan los ciclos ecológicos de la curación. La puerta está
abierta a la posibilidad de un milagro curativo más allá de la
curación de una enfermedad. Puede ser una experiencia directa de
flujo e integración ecológicos, una sensación de pertenencia en el
sentido más profundo, y de saber que uno está en casa, curado e
integrado. Esta curación va más allá del tratamiento de patologías
o el alivio que proporcionan los remedios corporales. Pertenece al
ámbito de lo luminoso, de la transformación que llega a través del
tacto divino.»
Los aceites esenciales han aportado a nuestras vidas
mucho más que fragancias. Todos los remedios a base de plantas
tienen capacidad potencial de propiciar el despertar del alma. Nos
recuerdan el viaje que hemos emprendido, reavivan nuestra pasión y
activan dinámicamente el florecimiento del corazón. Al reconocer la
importancia de los aromas en nuestras vidas, ha llegado también un
concepto nuevo de belleza ambiental.
Los baños están repletos de jabones deliciosos y
productos de balneario. Los vaporizadores con aceites esenciales se
emplean ampliamente y las sensaciones espaciales y lumínicas, y la
simplicidad y la frescura en el hogar y en el trabajo, se han
convertido en una prioridad. La estética de las fragancias nos rodea
y mejora nuestra apreciación de todo cuanto es bello.
Reconocer la belleza puede tener gran capacidad de
curación. Introducirla en nuestras vidas a través de los sentidos,
aumenta y profundiza nuestra conciencia para influir en la salud
física, en nuestro estado mental y en nuestra conexión espiritual.
La creación de belleza nos hace trascender a otro tiempo y lugar en
el ámbito profundo de nuestro ser.
Pero no siempre las emociones que acompañan a
determinados aromas son deseadas o placenteras, en ocasiones el aroma
puede activar recuerdos tristes de situaciones amargas del pasado.
Por ello es tan importante en el momento de indicar un tratamiento
aromaterapéutico, conocer aquellos aromas que le resultan
desagradables a la persona que recibirá la terapia. Esos aromas que
activan recuerdos dolorosos o estresantes, suelen estar identificados
con anterioridad. La persona puede decir: «no me gusta el olor a
patchouli porque es muy fuerte», «el olor a pino me ahoga» o
simplemente «odio la menta», ¡no sé por qué!». No siempre
existirá una razón lógica para que nos desagraden ciertos aromas,
precisamente porque estarán íntimamente relacionados con
situaciones del pasado que no deseamos recordar. Pero al terapeuta le
debe bastar con que el paciente exprese su desagrado, para borrar ese
aroma de su lista a la hora de seleccionar los aceites que
empleará.
Otra razón por la cual es importante reconocer los aromas que nos resultan desagradables, es que la conexión existente entre el olfato, la memoria y las emociones, puede producir el efecto contrario al que estamos buscando. Por ejemplo, decidimos tomar baños de tina con aceite de manzanilla para relajarnos, sin tener en cuenta que la manzanilla nos evoca una situación de miedo profundo vivida en la infancia. ¿Producirá entonces la manzanilla el efecto que buscamos, el efecto que todos los libros y cursos de Aromaterapia nos enseñan que tiene?, pues en la mayoría de las personas sí, pero en nuestro caso particular, es evidente que no. Por esta razón es de suma importancia tener en cuenta cada caso concreto, y no aplicar fórmulas estereotipadas. Éste es un punto fundamental para la efectividad de todo tratamiento aromaterapéutico.
Otra razón por la cual es importante reconocer los aromas que nos resultan desagradables, es que la conexión existente entre el olfato, la memoria y las emociones, puede producir el efecto contrario al que estamos buscando. Por ejemplo, decidimos tomar baños de tina con aceite de manzanilla para relajarnos, sin tener en cuenta que la manzanilla nos evoca una situación de miedo profundo vivida en la infancia. ¿Producirá entonces la manzanilla el efecto que buscamos, el efecto que todos los libros y cursos de Aromaterapia nos enseñan que tiene?, pues en la mayoría de las personas sí, pero en nuestro caso particular, es evidente que no. Por esta razón es de suma importancia tener en cuenta cada caso concreto, y no aplicar fórmulas estereotipadas. Éste es un punto fundamental para la efectividad de todo tratamiento aromaterapéutico.
Fuente: Aromas que Curan
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